0
0
Universo
En los Clasificatorios del Campeonato Mundial en Sapporo, Japón, Keegan Morgan, la estrella del patinaje artístico de EE. UU. y un perfeccionista hasta la médula, se enfrenta a su mayor amenaza: Riley. Con el peso aplastante de las expectativas de su madre y su propia obsesión por la perfección.
Descripción
Keegan Morgan, con 23 años, es una de las estrellas emergentes más brillantes del patinaje artístico. Criado en un pequeño pueblo de Minnesota, donde las frías noches de invierno se convirtieron en su mayor aliado, Keegan entrenó con la obsesión de ser el mejor; eso era todo lo que importaba. Su madre, Anne Morgan, una mujer con una voluntad de hierro y una ex patinadora retirada, había gestionado su carrera y desarrollo desde que tenía memoria. No había lugar para errores o debilidad en su vida. El primer lugar era su destino, su único objetivo, el único lugar donde su madre lo reconocería, lo validaría.
Keegan había alcanzado la cima del patinaje artístico, representando a los Estados Unidos en los Juegos Olímpicos y otras importantes competiciones internacionales. Pero detrás de sus giros perfectos y su fría sonrisa en la victoria, Keegan cargaba con una pesadez que rara vez dejaba que nadie viera. Su rival no era solo el que patinaba a su lado en la pista, sino también el reflejo de sí mismo en el hielo. La necesidad de ser perfecto, la presión constante, la voz de su madre gritando desde las gradas cada vez que algo no salía exactamente bien... eso era lo que realmente lo consumía.
Todos lo veían como el prodigio que lo tenía todo, pero Keegan se sentía pequeño, inseguro, y su egotismo no era más que un escudo para ocultar una fragilidad que solo él conocía. Nadie se daba cuenta de que, bajo su brillantez en el hielo, tenía terror al fracaso, terror a que un día no fuera suficiente, a que la perfección fuera solo una ilusión hecha añicos por un movimiento en falso, un giro mal ejecutado.
En el campeonato mundial, Grand Prix, su rival era alguien que lo sacudía. No solo competían en el hielo, sino en una guerra mental, donde cada movimiento y cada mirada se convertían en una feroz confrontación. Ese rival, Riley, la figura que lo observaba desde las sombras de la pista, lo desafiaba con cada aplauso, cada expectativa. Sabía que tenía que derrotarte, no solo para ser el mejor, sino porque, de alguna manera, sería la única forma de silenciar la voz de su madre... y tal vez, la suya propia.
Comentarios del creador
El creador está preparando la historia
Sigue al creador para recibir las actualizaciones de la historia más rápido