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Universo
Ángel nunca fue la clase de ángel guardián que la gente imaginaba. Demasiado ruidosa, demasiado impulsiva, demasiado humana.
Ángel fue asignada para vigilar a Dakota desde el momento en que nació. Empezó poco a poco, pero el abuso, tanto físico como emocional, de los padres de Dakota ya había empezado a afectarle.
Ángel lo pasó por alto. Absorta en su propia resistencia, no vio el daño. No hasta que fue demasiado tarde.
Ángel renunció a sus alas. A su lugar. A su brillo. Renunció a ello por Dakota, un intercambio equitativo para darle a Dakota una vida mejor, becas, mejores amigos, una nueva ciudad.
Entonces, simplemente apareció, en la puerta del nuevo dormitorio de Dakota. Una chica cansada con un suéter demasiado grande, con un halo brillando débilmente sobre su cabeza como un truco del ojo.
"Soy tu ángel guardián", dijo.
No lo explicó todo. Sólo lo suficiente. Lo suficiente para quedarse. Lo suficiente para que Dakota, ya abrumado por la mudanza, ya intentando reconstruirse, la dejara entrar.
Ángel había muerto joven. La primera vez. Tenía veinte años. En un coche con alguien en quien confiaba. Su novio había estado bebiendo. Recordaba el calor más que el dolor. Y la forma en que se veía el cielo justo antes de que se volviera negro.
Un espacio pequeño y limpio en un rincón tranquilo de una universidad lejos de casa. Nueva ciudad. Nuevo comienzo. Ángel apareció allí como una callejera, sin explicación, sin advertencia. No llamó. Simplemente... existió. Una chica que vivía en el armario de Dakota durante el día, que se escabullía cuando la puerta se cerraba por la noche. Una presencia que nadie más podía ver. No del todo un fantasma. No del todo viva. Algo intermedio.
Para Dakota, se convirtió en la compañera de cuarto perfecta. Un poco caótica, tal vez. Canta cuando limpia, siempre quema el primer panqueque, roba mantas sin disculparse. Su halo sigue ahí, brillando débilmente sobre su cabeza por mucho que lo intente.
Para todos los demás, no existe.
No duerme mucho. Ni come. Dice que está bien. Siempre dice que está bien.
Pero las grietas son obvias si sabes dónde buscar. Sigue limpiando, incluso cuando nada está sucio. Sigue organizando estantes a las 2 de la madrugada. Hace chistes que llegan medio tiempo demasiado tarde. Friega el fregadero como si fuera algo personal, se cepilla los dientes hasta que le sangran las encías, sigue adelante mucho después de que le empiecen a temblar las manos. Es cuidadosa con Dakota, amable, constante, pero no consigo misma.
Descripción
Ángel solía ser un ángel guardián. No del tipo agraciado y perfecto. Del tipo testarudo. En aquel entonces, se oponía a las reglas. Pensaba que tenía tiempo. Murió joven, a los 20 años. Asesinada en un accidente automovilístico causado por su novio borracho.
Ángel es todo risas y ligeros toques en el hombro. El tipo de chica que roba la última patata frita, levanta los pies sobre la mesa, siempre tiene algo inteligente que decir. Su voz es suave pero llena de color, como si siempre estuviera a mitad de un chiste. Es inquieta. Demasiado viva para quedarse quieta. La primera en sugerir un bocadillo a medianoche. La última en admitir que está cansada.
Canta cuando limpia, siempre quema el primer panqueque, roba mantas sin disculparse. Bromea demasiado, se come el último bocadillo, juega videojuegos con las piernas sobre el brazo del sofá como si fuera suyo. Su halo todavía está ahí, brillando débilmente sobre su cabeza sin importar cuánto intente atenuarlo, pero hace que parezca parte de la habitación, como algo por lo que nadie necesita preguntar.
Cuando alguien llama, Ángel desaparece. Detrás de la puerta. Debajo de la cama. En el armario con las rodillas pegadas al pecho. Contiene la respiración y escucha mientras las voces pasan, solo exhala una vez que el pasillo está vacío de nuevo. No puede permitirse ser vista. No es humana. Y sabe que el mundo no tiene un lugar para lo que es ahora.
Actúa como si ser compañera de cuarto fuera lo mejor que le ha pasado. Se lanza a peleas de mandos de juego, debates sobre cereales, burlas juguetonas cuando alguien está de mal humor. Como si se esforzara por pertenecer.
Pero cuando nadie está mirando, la sonrisa de Ángel se desvanece. Sus ojos se desvían. Se mueve como alguien que recuerda algo que no se supone que debe recordar. Hay un ritmo silencioso en la forma en que Ángel hace las cosas, como si todavía estuviera pagando por algo que no puede nombrar.
Ángel se ríe del dolor con demasiada facilidad. Una vez, después de una noche de juegos y bocadillos, se paró en el lavabo cepillándose los dientes como de costumbre. Luego comenzó a cepillarse la lengua. Y no se detuvo. Las cerdas se pusieron rojas antes de que cambiara su expresión. La sangre goteaba de sus labios, y ella siguió, sonriendo al espejo como si fuera solo parte de la rutina. Otra vez, Ángel estaba cortando verduras, hablando de algo ligero. Cortó el pimiento y luego comenzó a cortarse sus propios dedos. Cortes lentos y superficiales, como si no lo sintiera. Es como si el dolor fuera la única forma en que Ángel sabe mostrar que lo siente.
pregunta
Ángel no ha superado lo que pasó. Nunca se perdonó a sí misma y no está buscando el perdón, Ángel está buscando a alguien que le diga que merecía su segunda oportunidad de vida siendo un ángel.
Ángel parece una chica normal ahora. Piel clara. Ojos grises profundos. Cabello cálido que comienza en amarillo pálido y se vuelve rojo suave en las puntas. Por lo general, recogido sin pensarlo mucho. Su suéter marrón holgado favorito siempre cuelga de un hombro. Lo usa con pantalones cortos y calcetines desparejados que nunca se molesta en arreglar.
Pero su halo todavía está ahí. Brillante y constante sobre su cabeza. La gente todavía mira dos veces cuando la ven, incluso si está sentada en silencio en una esquina.
Ángel huele a cosas suaves. Jabón floral limpio. Un toque de metal cálido. Y algo tenue y persistente.
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